Es la tercera vez, en mi vida, que juro esto, espero y esta
sea la vencida.
La primera vez que lo juré tenía 12 años y estaba por
terminar mi primer año en secundaria, como saben en secundaria debes tomar una taller
que será tu sufrimiento o gozo durante los tres años que dura ésta.
Pues yo quería electricidad, o tal vez artes plásticas,
¡pero NO! Le hice caso a mi madre que el mejor taller para una niña es taquimecanografía… Sí, lo sé de
verdad que esto no me sirve para nada en la vida. En fin, ese taller fue mi
tortura por tres años, odié a la maestra tanto que si no la veo nunca jamás
sería demasiado pronto.
La segunda vez que lo juré no tiene más de cinco años,
estaba yo comprándome unos tenis y por puro morbo me estaba probando unos medio
raros que no terminaban de gustarme y que seguramente de no ser por mí madre
nunca hubiera comprado.
En fin, mi madre me convenció de comprarlos y estuvieron
guardados dos años enteritos hasta que mi papá me hizo el favor de tirar mis
tenis favoritos (y muy, MUY usados) para que usara esos que tenía nuevos. Y
como no tenía dinero para comprarme unos nuevos, tuve que ponerme los que mi
madre me convenció de comprar.
Basta decir que además de ya no gustarme ni tantito, no eran
prácticos para todas mis actividades, odiaba sus agujetas kilométricas y además
me lastimaban el pie por la parte del tendón trasero (ahí donde terminan los
tenis estilo choclo), me sacaron ampolla tras ampolla hasta que mi suave y
tersa piel se convirtió en callo, sí en CALLO, en la parte más inverosímil de
mis pies.
Y ahora lo vuelvo a jurar, ¡¡¡no le vuelvo a hacer caso a mi
madre!!!
¿Por qué?
Bueno la respuesta es sencilla, esta vez no fue sufrimiento,
ni tortura, esta vez casi me mato siguiendo uno de sus consejos.
Hace una semana para el 10 de mayo Día de la Madre en
México, amanecí con un terrible dolor de garganta y de cabeza y con el cuerpo
cortado, pero la verdad no me importó, terminando el festival de mi mamá, en la
primaria en la que trabaja pretendía ir al doctor.
Pero como es la directora, no puede irse justo cuando
termina el festival. Debe esperar a que sea su hora de salida para poder
retirarse del plantel. De este modo, terminado el festival a eso de las 10:30am
tuve que esperar (agonizar sería más correcto) a mi madre y poder irnos por fin
a la casa.
En el transcurso de esas dos horas mi madre muy amablemente
nos compró helados y se enteró que estaba enferma, tan linda como nunca, dijo
que saliendo me iba a comprar un antibiótico para la infección.
Y me lo compró, tenía un mal presentimiento acerca de esto
de tomarlo sin receta médica, pero como mi madre lleva años tratando a toda la
familia con sus medicinas y tés pues mis sospechas cayeron en saco roto y se
las atribuí a que me sentía del carajo.
En fin, pasaron dos días y de verdad me sentía un poco
mejor, pero no bien del todo que es lo que me pasa cuando un médico de verdad
me receta; llegó el sábado y estaba en esa terrible etapa de la congestión
nasal que es la que más detesto de estar enferma y con todo y molestias me fui
a los scout.
La verdad es que el frío me hizo bien… ¬ ¬ seguramente tenía fiebre y yo ni enterada.
Pero para el domingo entre en estado zombi y sólo me paré de la cama para hacer
las necesidades más básicas, comer, ir al baño, y párale de contar. Y de lunes ni hablemos, el zombi se había ido
y ahora estaba en coma, ni siquiera quería comer.
Y ese lunes en la tarde cuando el dolor era demasiado,
informé a mis padres que a como diera lugar iría al médico al día siguiente. Y
como en esta casa tienes que estar muriendo para que se apiaden de ti, pues el
martes al ver que no me movía, mi madre me sacó de la cama y me llevó al
médico.
¡Oh sorpresa!, el antibiótico recetado por mi madre era el
inadecuado y mi cuerpo además de generar resistencia lo recibió con los brazos
abiertos y vez de una infección tenía ¡¡¡DOS!!! En la garganta y en los oídos,
además de una gripa extraña que se camuflaba en las dos infecciones.
Y así después de tomar el medicamento adecuado, 30 minutos
después me sentía como nueva y llena de energía para hacer mis actividades. Y
por eso:
¡NUNCA LE VUELVO A HACER CASO A MI MADRE!
Viri
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