miércoles, 24 de agosto de 2011

La creación del mundo, parte 2


o mejor conocida como:

La niña que se enamoró del sol

Ella era una niña común, tenía unos padres comunes y vivía en la aldea más común de todas. Lo que la hacía singular era su cabello blanco, a diferencia del resto de su familia que lo tenían amarillo cual rayo de sol.

En los pueblos del norte estos rasgos eran comunes, piel clara y cabello amarillo, pero ella era blanca desde el cabello hasta los pies. Su nombre se ha perdio con el tiempo, sin embargo algunos cariñosamente hoy día la llaman Maya. Sus hermanos de pequeña le habían jugado una broma y le decían que si estaba lo suficiente al sol, sus cabellos se pintarían de amarillo y ya no se vería tan diferente.

Y así creció, cada día de verano con poco o mucho sol ella lo pasaba al sol. Cada día soleado era imposible obligarla a hacer otra cosa que no fuera estar al sol. En un pequeño claro del bosque, cerca de su casa, lo miraba y le platicaba.

Sus padres se preocupaban cuando llegava el verano ya que Maya no les hacía caso y desde el alba al anochecer estaba en ese claro, a veces se olvidaba de comer. Lo que ellos no sabían es que ese verano iba a ser distinto a todos.

En la biblioteca de su casa un día lluvioso Maya había encontrado un mapa que no podía ver muy bien porque era viejo y además veía cada vez menos, esos rápidos vistazos al sol no eran ni tan rápidos ni esporádicos como pensaban sus padres. De hecho Maya en el último día soleado de verano del año pasado juraba que había visto un rostro hecho de llamas y muy brillante antes de apartar la vista. Obviamente nadie le creyó.

Era el primer día del verano y sin pensarlo dos veces salió disparada de casa hacía el claro del bosque.

- Te extrañé - saludó la niña sin esperar respuesta y viendolo fijamente se quedó callada.

Algo inusual ya que los primeros días del verano no paraba de hablar y contarle al Sol todo lo que se había perdido en los días lluviosos. Un poco insegura sacó el viejo mapa de su bolsa y se lo enseñó al Sol.

- Este lugar es hermoso, cuando crezca quiero vivir allí contigo... - se interrupió, la luz del sol se había vuelto muy intensa... pero no provenía del cielo, sino de su lado.

- Tienes razón este lugar es hermoso - dijo Sol con su voz cálida y franca. - ¿Qué te pasa hoy? por lo general eres más parlanchina - bromeó.

Maya se había quedado sin habla, su amado estaba frente a ella y no lo podía creer.

- ¿Eres tú? - preguntó temblorosa.

- Claro que soy yo quién si no - respondió alegremente Sol.

- ¿Has escuchado TODO lo que te he dicho? -se sonrojó una vez más, pero esta vez no bajó la vista.

- ¿ A qué te refieres con TODO?

- Ya sabes... a la vez que te dije...

- ¿Sí?

- ... que te amaba...

Sol se acercó a ella lentamente, la abrazó y le dijo dulcemente - Si recuerdo ese día, fue el último día de verano del año pasado, pasó una nube y lo dijiste muy bajito, pero sí lo escuché... cierra los ojos también sé que estás perdiendo la vista y eso no es bueno para una niña. Pronto crecerás y deberas formar una familia y no podrás cuidarla si estás ciega.

- Yo no...

- Shhh... yo también te amo...

Cuando Maya volvió a abrirl lo ojos el sol estaba donde siempre y esa sensación de calidez que había sentido hacía pocos instantes había desaparecido. Siguió hablando con el Sol, pensando que había soñado despierta y al atardecer volvió a casa.

Esa noche en su sueño aparecierdon unos dragones enormes que le hicieron muchas preguntas de las cuales sólo podía recordar esta: "¿Dejarías TODO por estar con él?

- Si

Al amanecer Maya no supo en donde estaba aunque casi no veía sabía que esa no era su casa... estaba muy oscuro pero esa no era su casa. Salió de la pequeña casa y para su sopresa Sol estaba allí, lo reconoció casi al instante aunque no ardía ni una llama en su cuerpo.

- Si es que todavía ves, este soy yo - dijo Sol - me apagaré para venir a verte cada noche, pero antes del amanecer saldré en llamas a iluminar el cielo - ¿Todavía quieres estar conmigo? - inquirió dudoso.

- Claro que me gustas, eres tal cual te imaginé.

Sol sonrió muchisimo y sus llamas volvieron a él envolviendolos en luz.

- Sólo podré venir por las noches...

- No importa.

- Te quedarás ciega.

- Tampoco es importante.

Sol sonrió mucho más, se acercaron a abrazarse.

- ¿ Dónde estamos? - preguntó Maya

- ¿Recuerdas el mapa que me enseñaste ayer? Unos dragones llevaban años buscando ese mapa y a tí también por eso te visitaron esta noche... y nos hicieron un regalo: todo este mundo es para nosotros.

Ellos dos vivieron una vida feliz, tuvieron cinco hijos que los dragones se llevaron lejos de Maya para cuidarlos ellos, porque ella ya no podía ver; pero Sol podía verlos y ahora era él quien le contaba cómo iban creciendo sus hijos.

A lo largo de su vida Maya hizo muchos otros favores a los dragones, y cuando terminó su vida humana Maya les pidió sólo una cosa: que no dejaran morir su espíritu, deseó ser una estrella para acompañar a su amor...

Desgraciadamente ese poder no es de los dragones, pero no la dejaron desvanecerse, la convirtieron el árbol, que crece con la luz del sol, y cada día estira sus ramas para llegar a él, y sólo morirá cuando Sol deje de brillar.

Fin

La niña que se enamoró del sol

Ella era una niña común, tenía unos padres comunes y vivía en la aldea más común de todas. Lo que la hacía singular era su cabello blanco, a diferencia del resto de su familia que lo tenían amarillo cual rayo de sol.

En los pueblos del norte estos rasgos eran comunes, piel clara y cabello amarillo, pero ella era blanca desde el cabello hasta los pies. Su nombre se ha perdió con el tiempo, sin embargo algunos cariñosamente hoy día la llaman Maya. Sus hermanos de pequeña le habían jugado una broma y le decían que si estaba lo suficiente al sol, sus cabellos se pintarían de amarillo y ya no se vería tan diferente.

Y así creció, cada día de verano con poco o mucho sol ella lo pasaba al sol. Cada día soleado era imposible obligarla a hacer otra cosa que no fuera estar al sol. En un pequeño claro del bosque, cerca de su casa, lo miraba y le platicaba.

Sus padres se preocupaban cuando llevaba el verano ya que Maya no les hacía caso y desde el alba al anochecer estaba en ese claro, a veces se olvidaba de comer. Lo que ellos no sabían es que ese verano iba a ser distinto a todos.

En la biblioteca de su casa un día lluvioso Maya había encontrado un mapa que no podía ver muy bien porque era viejo y además veía cada vez menos, esos rápidos vistazos al sol no eran ni tan rápidos ni esporádicos como pensaban sus padres. De hecho Maya en el último día soleado de verano del año pasado juraba que había visto un rostro hecho de llamas y muy brillante antes de apartar la vista. Obviamente nadie le creyó.

Era el primer día del verano y sin pensarlo dos veces salió disparada de casa hacía el claro del bosque.

- Te extrañé - saludó la niña sin esperar respuesta y viéndolo fijamente se quedó callada.

Algo inusual ya que los primeros días del verano no paraba de hablar y contarle al Sol todo lo que se había perdido en los días lluviosos. Un poco insegura sacó el viejo mapa de su bolsa y se lo enseñó al Sol.

- Este lugar es hermoso, cuando crezca quiero vivir allí contigo... - se interrumpió, la luz del sol se había vuelto muy intensa... pero no provenía del cielo, sino de su lado.

- Tienes razón este lugar es hermoso - dijo Sol con su voz cálida y franca. - ¿Qué te pasa hoy? por lo general eres más parlanchina - bromeó.

Maya se había quedado sin habla, su amado estaba frente a ella y no lo podía creer.

- ¿Eres tú? - preguntó temblorosa.

- Claro que soy yo quién si no - respondió alegremente Sol.

- ¿Has escuchado TODO lo que te he dicho? -se sonrojó una vez más, pero esta vez no bajó la vista.

- ¿ A qué te refieres con TODO?

- Ya sabes... a la vez que te dije...

- ¿Sí?

- ... que te amaba...

Sol se acercó a ella lentamente, la abrazó y le dijo dulcemente - Si recuerdo ese día, fue el último día de verano del año pasado, pasó una nube y lo dijiste muy bajito, pero sí lo escuché... cierra los ojos también sé que estás perdiendo la vista y eso no es bueno para una niña. Pronto crecerás y deberás formar una familia y no podrás cuidarla si estás ciega.

- Yo no...

- Shhh... yo también te amo...

Cuando Maya volvió a abrir lo ojos el sol estaba donde siempre y esa sensación de calidez que había sentido hacía pocos instantes había desaparecido. Siguió hablando con el Sol, pensando que había soñado despierta y al atardecer volvió a casa.

Esa noche en su sueño aparecieron unos dragones enormes que le hicieron muchas preguntas de las cuales sólo podía recordar esta: "¿Dejarías TODO por estar con él?

- Si

Al amanecer Maya no supo en donde estaba aunque casi no veía sabía que esa no era su casa... estaba muy oscuro pero esa no era su casa. Salió de la pequeña casa y para su sorpresa Sol estaba allí, lo reconoció casi al instante aunque no ardía ni una llama en su cuerpo.

- Si es que todavía ves, este soy yo - dijo Sol - me apagaré para venir a verte cada noche, pero antes del amanecer saldré en llamas a iluminar el cielo - ¿Todavía quieres estar conmigo? - inquirió dudoso.

- Claro que me gustas, eres tal cual te imaginé.

Sol sonrió muchísimo y sus llamas volvieron a él envolviéndolos en luz.

- Sólo podré venir por las noches...

- No importa.

- Te quedarás ciega.

- Tampoco es importante.

Sol sonrió mucho más, se acercaron a abrazarse.

- ¿Dónde estamos? - preguntó Maya

- ¿Recuerdas el mapa que me enseñaste ayer? Unos dragones llevaban años buscando ese mapa y a ti también por eso te visitaron esta noche... y nos hicieron un regalo: todo este mundo es para nosotros.

Ellos dos vivieron una vida feliz, tuvieron cinco hijos que los dragones se llevaron lejos de Maya para cuidarlos ellos, porque ella ya no podía ver; pero Sol podía verlos y ahora era él quien le contaba cómo iban creciendo sus hijos.

A lo largo de su vida Maya hizo muchos otros favores a los dragones, y cuando terminó su vida humana Maya les pidió sólo una cosa: que no dejaran morir su espíritu, deseó ser una estrella para acompañar a su amor...

Desgraciadamente ese poder no es de los dragones, pero no la dejaron desvanecerse, la convirtieron el árbol, que crece con la luz del sol, y cada día estira sus ramas para llegar a él, y sólo morirá cuando Sol deje de brillar.

Fin


Espero que les guste.

Viri